Columna: Seguridad Sin Pretextos

Por Alberto Guerrero Baena.
“„Habíamos tenido lo que se llaman altos y bajos.
La policía americana es muy buena,
pero no conozco país más malo que
los Estados Unidos para vivir honradamente.“
Pierre Alexis Ponson Du Terrail
Zamora, Celaya, Guerrero, Caborca, Zapopan, el Juez Uriel y lo que nos falta.
Los factores de la inoperancia en seguridad.
Semana violenta y complicada para muchos estados y municipios en México.
Amén de la contingencia sanitaria, la emergencia en inseguridad (que es crónica y nunca se ha podido curar) sigue cobrando más víctimas. Y al parecer a la par de la pandemia, esta situación sigue creciente en los grados de violencia y a la vez en picada, porque al parecer el diseño de la estrategia de seguridad del gobierno federal, combinado con la ineficacia de los gobiernos estatales y locales, han hecho de estos sucesos una bola de nieve que en pleno verano crece constantemente.
La ejecución del director de Seguridad Pública de Zamora y un policía que lo acompañaba, los episodios constantes con el cártel de Santa Rosa en Celaya, los cadáveres descubiertos en Zapopan y Tlaquepaque en Jalisco, la ejecución del Juez Uriel Villegas en Colima y la violencia que semanalmente se acumula. Los hechos son demoledores y tiran toda frase o cifra positiva que viene desde cualquier nivel de gobierno en materia de seguridad: la violencia va en incremento.
Los escenarios cambian, pero la coyuntura es la misma.
Las fuerzas de seguridad han sido desnudadas por la poca efectividad en la investigación y la nula capacidad de inteligencia para prever que las células del crimen organizado van a actuar. Y si nos vamos a los procesos legales, estamos perdidos, con la suma de los militares en la operatividad en seguridad pública.
Seguimos pensando de manera centralista.
Cargarle todo el peso de la investigación a las fiscalías es crear un colapso y la nula resolución de las investigaciones pasadas, pendientes y futuras. Si bien la investigación en las corporaciones policiacas es un submundo desconocido e incluso desalentado por sus propios mandos (basta ver cómo se desmanteló la Unidad de Investigación de la Policía de Morelia, siendo una de las corporaciones pioneras y modelo), hay experiencias interesantes que ya hemos platicado en este espacio, donde la coordinación entre la policía que investiga y la fiscalía que hace su labor, da excelentes e irrefutables resultados.
Los crímenes descritos, son los mediáticos.
Pero si nos vamos a todo tipo de delitos (incluso los del fuero común) vemos que las investigaciones de todo tipo siguen detenidas, atoradas e incluso encarpetadas en las diferentes fiscalías. Por ello es preciso que dentro de este sistema de justicia penal y apelando a lo que escrito con escrito varias personas hemos venido pugnando, necesitamos que no haya diferenciación entre los policías.
Los egos políticos es lo que tiene hundidas tanto a las corporaciones policíacas, como a las fiscalías. Una rivalidad infundada si tomamos en cuenta que las funciones son distintas.
Si seguimos con estos problemas de ego ante la embestida violenta de la delincuencia organizada, la delincuencia del fuero común y de los altos egos de los mandos, estaremos viendo más de lo mismo, le sumamos un tercer actor muy incómodo que acompañado de un cuarto actor que viene “Junto con pegado”, nos viene a complicar la existencia en muchos factores en la procuración de justicia.
Los militares y la Guardia Nacional, el último eslabón de la egoteca.
Si a estos problemas de coordinación entre las corporaciones de policía estatales y municipales, le sumamos los dos actores que ha sido sumado de manera obligatoria por un decreto (Ejército y Marina), viene a ser una complicación latente por la dificultad que implica parar la violencia, ejecutar un debido proceso y construir conciencia civil policial donde hay militares. Es decir, no hay coordinación ni entendimiento.
En plática con algunos expolicías federales (ahora trabajando en la Guardia Nacional) el panorama que ellos ven, es complejo, inoperante, ineficiente e ineficaz.
Los mandos de la GN (todos son militares) no tienen idea del trabajo a realizar, creen que aún están tratando con su jerarquía militar y eso dificulta la empatía por todo lo que no es castrense. Muy pocos mandos de la Policía Federal fueron considerados para ser parte de los cuerpos directivos de esta “corporación”.
Los elementos – militares- no tienen nociones de su trabajo y no quieren realizar las funciones que su separación funcional de la milicia les ha sido conferida. En pocas palabras, están trabajando a la fuerza, sin la mínima voluntad.
¿Cómo podemos esperar que puedan hacer una inteligencia policial, cuando su misión es letal?
¿Cuándo podremos esperar una coordinación con las fiscalías estatales y las corporaciones locales si ellos están en otra esfera de voluntades y disponibilidad?
¿Cuándo la Guardia Nacional podrá tener un resultado positivo que no sea un acompañamiento a “acciones sociales”?
Podrán surgir mil cuestionamientos, y seguiremos en esta escalada de violencia, inoperancia de las instituciones y la descoordinación vigente entre seguridad, procuración e impartición de justicia.
La propia naturaleza militar de la Guardia Nacional, les impide ver como semejantes a los policías.
La mística, resistencia y capacitación le impide ver como trabajo propio la seguridad pública (por más que los quieran meter ahí), porque están acostumbrados a la acción y letalidad.
Sin duda esta poca identidad y empatía con su nueva encomienda, mezclada con la poca disposición para hacer suya la función policial, es una de las detonantes que hay para poder señalar que el futuro de la seguridad en México, en manos militares es complejo y confuso.
Para concluir…
Hoy en día, la descoordinación, el ego político han proliferado y contaminado en todos los niveles de gobierno. La incipiente militarización de la seguridad pública, nos ha redundado en una creciente violencia y poca efectividad para bajar las cifras de la incidencia delictiva.
Para la Secretaría de Seguridad Pública Federal, podrán bajar los números, pero la creciente saña con que se comenten los delitos es inusitada. De igual forma para las corporaciones locales de seguridad ha sido muy fácil deshacerse de la responsabilidad y dejar en manos de la Federación la seguridad sabiendo que es imposible de cubrir sin información local.
Sin investigación local, no se puede hacer inteligencia policial, no se puede hacer política criminal partiendo de causas para prevenir la delincuencia y la violencia.
Ni el ejército ni la Guardia Nacional pueden ofrecer eso. A duras penas ofrecen patrullaje sin sentido y sin rumbo.
¿Cómo va a garantizar la seguridad de una localidad?
Investigador del Foro Latinoamericano de Antropología del Derecho.
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