Elogio a la locura: Los desvaríos del emperador La vulgar politización de la seguridad

José Alberto Guerrero Baena
Alejandra Vanegas Rodríguez
«La sociedad es un manicomio cuyos guardianes
son los funcionarios de policía».
August Stringberg
México ha sido a lo largo de los años el país del «ya merito».
«Ya merito llegamos al primer mundo», «ya merito anotamos los penales», «ya merito terminamos con la delincuencia», y miles de pretextos que nos ha enseñado la vida, el imaginario mexicano y la cultura posmoderna nos provee de esa llamada «sabiduría popular».
Esta «sana costumbre» había sido una parte esencial de la cultura del mexicano, Octavio Paz nos había dado un pequeño rumbo con su obra magistral «El laberinto de la soledad» y Samuel Ramos nos perfiló de cierta manera con «El perfil del hombre y la cultura en México».
Nunca, como ahora, habíamos vivido de una manera tan clara una invocación constante al pasado y a rebatir nuestras responsabilidades, en especial de un gobierno que legítimamente alcanzó el poder, que ganó con tanto arrastre la elección presidencial y que generó la expectativa de tener soluciones acordes a todo tipo de problemática que se presentó en el país. Es decir, vendría a componer todo, incluida la seguridad.
Los discursos del entonces candidato, ahora presidente López Obrador, prometían que prácticamente, al haber ganado la elección, compondría el panorama nacional. Y la seguridad, por consiguiente, va dentro del paquete de promesas.
Se acabarían las masacres, se terminaría la corrupción, no habría ningún tipo de problemas que atender de forma urgente entre toda la serie de problemas de un país que fue desatendido por sus antecesores.
Pero qué caray, cada semana de este año 2019, no hay un momento en que no surjan los problemas derivados de una administración que prometió mucho y poco ha cumplido.
Y lo peor, lo poco bueno que tienen, no lo dejan operar (en Seguridad, como el Modelo Nacional de Policía) y sí, en cambio, hay una serie de pretextos y cortinas de humo que cada semana surgen para cubrir las acciones sin rumbo de este gobierno.
Cada semana se invoca a Felipe Calderón, se invoca al pasado para evadir las responsabilidades constitucionales que asumió este presidente al momento de su toma de protesta e insaculación como primer mandatario de este país. Pero al parecer, al presidente, se le olvida que la campaña electoral terminó hace mucho tiempo y que sus promesas de un cambio cómico, mágico y musical (como toda la plataforma electoral y de gobierno de Morena) es una falacia que cada día consuma su fracaso estrepitoso.
No hay momento en que se desdigan de sus hechos o tengan los famosos «otros datos» o simplemente se intenten cubrir con «cortinas de humo», hechos dolorosos para este país (como las masacres de policías en Apatzingán, Oaxaca, las masacres de ciudadanos en Ciudad Juárez, Chihuahua, Sonora y todos los rincones del país) y los miles de problemas cotidianos de esta nación.
Por ello, me atrevo a realizar unas preguntillas al Señor Presidente (obvio sé que no va a contestar porque seguramente va a recibir a algún beisbolista, va a comer en alguna fonda o está viajando a algún lugar del país y sabemos que no puede atender el teléfono):
¿En serio toda la culpa es de Felipe Calderón?
¿En serio, cree que regalar dinero va a atenuar los problemas de este país?
¿En verdad cree que su Guardia Nacional sirve como una solución mágica para la seguridad de esta nación?
¿En serio, politizar la seguridad, repartir culpas a sus «adversarios» (que al parecer son imaginarios, porque en verdad nadie desea que al país le vaya mal) es la solución?
Seguramente, los policías masacrados en diferentes partes del país, eran fifís o machuchones. Claro, esto según sus «sabias palabras».
Seguramente, este convoy de mujeres y niños de la familia LeBaron, eran sus «adversarios conservadores» para no tomar en serio su masacre y poner soluciones contundentes, no para esta familia, sino para tomar en serio una verdadera política de seguridad para la nación.
Seguramente Ovidio Guzmán era pueblo, para dejarlo ir… (A mí no me engañan, un buen operativo realizado con tiempo y estrategia, hubiera dado un gran golpe a la industria de las drogas y la delincuencia organizada).
Seguramente, las miles de víctimas que diariamente hay en este país en manos de la delincuencia común y corriente, delincuencia organizada y hasta las mujeres violentadas, no gustaban del beisbol para no ser atendidos de manera pronta y justa por la autoridad.
¿En serio, Señor Presidente, para estas miserias se le eligió?
Y mirando desde una óptica global, usted nos representa a los mexicanos (incluso a quienes no votamos por usted).
¿Acaso merecemos estas miserias de políticas?
¿De verdad, qué le cuesta tomar en serio una política de calidad en materia de seguridad y no las miserias y mentiras que día con día le cuestan la vida a miles de mexicanos?
¿En serio, era necesario politizar y meter al debate diario y vulgar, un aspecto tan delicado como las políticas de seguridad?
La verdad no lo era, pero ante la falta de resultados es obvio que se busca seguir repartiendo culpas.
Si de verdad al gobierno federal le interesara la seguridad de sus gobernados, habría buscado la manera de establecer lazos de coordinación efectivos, redes de inteligencia, fortalecer a la Policía Federal, Policías Estatales y Municipales a fin de que se coordinaran para dar los resultados de manera inmediata y contundente.
Todos sabíamos que eso era necesario, menos el presidente y sus «funcionarios de avanzada».
En México, se mata a diestra y siniestra todos los días. Se cometen todo tipo de delitos, se trafica con armas, drogas, mujeres, niños y el gobierno sigue echándole la culpa a Felipe Calderón o a los bots (según su estudio que realizó un área de inteligencia de la tan retardada SSPC)
Nadie, ningún mexicano, podemos hacernos de la vista gorda o tontos. Ni siquiera los defensores del mismo presidente que, en aras de seguir defendiendo una malograda forma de combate a la delincuencia, se dejan llevar por la omisión de todas estas tragedias en México y, además, justifican al presidente en todas y cada una de sus locuras u ocurrencias.
Hay soluciones que son urgentes y expeditas. Ningún mexicano debe ser violentado en su patrimonio o vida. Esto es una obligación constitucional por parte del Estado mexicano y que el actual gobierno federal, como bien dice una frase popular, «le saca al parche»…
La Guardia Nacional, que era la panacea en seguridad, únicamente sirve para revisar mochilas en el transporte público o para que la dejemos en ridículo rezándole todos los fallos que tiene como «corporación» (lo cual ni es, por cierto, es un híbrido malhecho que no tiene pies ni cabeza, incluso ni existencia– revisen el presupuesto 2020– si existe dentro de la SSPC).
Nuestro Ejército Mexicano, vejado por ese empoderado «pueblo bueno» y donde al calor de las acciones de armas, ha sido dejado en ridículo y callado por el presidente día con día. No hay momento en que se observe al General Secretario estar en paz ante las homilías presidenciales, un ejército sin poder de acción, sin iniciativa, con las manos atadas por una falsa «estrategia de paz», que lo único que ha hecho es empoderar delincuentes y personajes nocivos.
Por consiguiente, la Armada de México, una institución intachable y con altos estándares de inteligencia para realizar operaciones encubiertas, está atada de manos.
¿Queremos instituciones de seguridad minadas por ocurrencias sin sentido?
En política hay temas donde podemos o no estar de acuerdo. Pero un tema que en ningún momento debe de entrar al vulgar escarnio público o, en todo caso, a decisiones sin sentido, es la política de Seguridad.
La exigencia de seguridad, de una justicia pronta y expedita y, por supuesto, de un debido proceso, es un derecho humano, no está determinado por los colores de un partido político (o secta).
Es un aspecto al que todos los ciudadanos tenemos derecho y que está consagrado constitucionalmente.
No necesitamos un gobierno que dé «otros datos», que se escude en cortinas de humo o que siga utilizando el pasado (ya no tan reciente), para eludir sus responsabilidades.
Y tampoco necesitamos aduladores que intenten justificar diariamente las ocurrencias presidenciales. De esos ya tuvimos durante muchísimos años en el «periodo neoliberal» y que tanto condenamos. Pero al parecer, ahora que ya es otro gobierno, les gusta lo retro y nos traen una edición «progre», que de verdad nos recuerda que hasta Jacobo Zabludovsky tuvo su periodo rebelde.
Ustedes, aduladores, parecen pregoneros medievales y dan mucha pena ajena.
En Seguridad no necesitamos discusiones, necesitamos inteligencia, planeación, estrategia, resultados, vidas humanas, criminales detenidos y encarcelados con su debido proceso, policías con una adecuada capacitación equipamiento, estabilidad laboral y familiar.
Pero al parecer, eso es lo que menos le interesa al presidente, al menos mientras siga con sus «enemigos imaginarios».
Investigadores del Foro Latinoamericano de Antropología del Derecho.
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