Es necesario un nuevo activismo para hacer frente a las carencias institucionales

Por: Omega Vázquez
Léase como sentencia o como pregunta, es igualmente inquietante pensar, como ya lo han señalado estudios en diferentes países, que el poder colectivo conformado por una nueva clase de líderes que tengan su fortaleza en las ideas y no en las armas o el poder económico, sacudan los escenarios políticos, sociales y la realidad de sus comunidades, ciudades y países.
Cuando digo carencias institucionales, me refiero a la falta de capacidad oficial para solucionar las problemáticas que aquejan a las personas, problemas que están dentro del quehacer público del
Estado como órgano responsable de garantizar, por ejemplo, la seguridad, la educación, el acceso a espacios públicos de calidad, el acceso a espacios de recreación, cultura, salud y deporte, etc.
La falta de capacidad, voluntad, visión, interacción social y/o recursos suficientes, entre algunos otros factores, conforman instituciones debilitadas en su legitimidad por falta de beneficios reales que sean percibidos por las y los ciudadanos en su realidad.
Ante el descontento social que esto genera, la respuesta puede ser violenta, electoral, mediática, incluso (y ya lo hemos vivido) un levantamiento en armas lo cual es la desesperada expresión del máximo rencor social hacia sus gobiernos.
Sin embargo, en la era en que vivimos podríamos esperar que las nuevas tecnologías, la innovación, la creatividad y el carácter de las nuevas generaciones provoquen movimientos mucho menos agresivos que los que hemos visto ya en algunos países hermanos de Latinoamerica. Pero el hartazgo social no distingue fuerzas y empodera a la masa que al formar parte de una causa, de integra con una nueva pertenencia, un   propósito.
Podríamos pensar entonces que es posible el equilibrio de fuerzas utilizando los medios informativos digitales y el intelecto para generar redes de líderes pacíficos que impongan una forma nueva de concebir el poder, la política, la organización social en general.
A mi me parece que este ideal debe ser perseguido, construido y fomentado desde todos los sectores de la sociedad porque es urgente encontrar nuevas formas de alternancia, de exigencia y de participación democrática de la sociedad redefiniendo incluso el concepto de democracia, de gobierno y de poder. 
 Hasta ahora hemos tenido como referentes de éxito a personas que han escalado posiciones profesionales muy elevadas y dirigen grandes organizaciones. Pero el líder de hoy dista mucho de ser así. Primero, porque culturalmente se está empezando a relacionar el prestigio social no con el cargo gubernamental, o de la empresa donde se trabaja o el dinero que se gana, sino con una marca personal donde los valores, la vocación de servicio, la proactividad y la capacidad para liderar proyectos y movilizar personas cautivan mucho más.
Un emprendedor social, pone sus talentos, habilidades y conocimiento al servicio de la comunidad, con acciones que en la colectividad pueden cimbrar el sistema, el contrato social, de forma no violenta. 
El surgimiento de un nuevo estilo de liderazgo puede ser una alternativa social para redistribuir el sistema de poder que actualmente ya no nos representa y que culmina en instituciones debilitadas, que no cumplen su función y en utilización del recurso público en políticas que no satisfacen las nuevas necesidades (y tampoco antiguas) de la población. 
Respondiendo a mi propio planteamiento, diré; no solamente es necesario un nuevo activismo, ¡es urgente! Y la única alternativa no violenta para obligar al sistema a la alternancia y redistribución de fuerzas.
L.p. Omega Vázquez Reyes.