A la sazón :: Hilos dorados por Netzahualcóyotl Ávalos Rosas

La rosa del azafrán es una flor arrogante, que nace al salir el sol y muere al caer la tarde / letra de zarzuela.
Me fascinó saber que el color y aroma característico de la Paella se debe a un condimento proveniente de lo más íntimo de una flor. Y es que lo supe de boca de una de esas chicas que alguna vez te encuentras en el mercado y te abordan de forma cínica. Ella me sonrió burlona cuando me quedé admirado por un pequeño morral de tela contenida dentro de otra bolsita de celofán.
-¿No tienes idea, verdad? me espetó.
Era una de esas mujeres, medio vieja, medio joven, medio darky, medio hippie, medio sabia y medio loca. De esas que te condimentan la existencia en un momento y cuando se apartan, te dejan el ser con un definitivo y melancólico sabor oriental. Se trataba de Rosa, un auténtico empaque de azafrán.
-Ni idea, corazón. Tienes razón, le dije.
-Con eso se hace la Paella, corazón. Y te lo digo yo que trabajé un año de rosera allá en Castilla, y vaya que hasta mis dedos han quedado impregnados de su gusto amarillo-naranja. ¿Acaso quieres probarme? sedujo con su voz ronca y socarrona.
Ella resultó de un sabor ligeramente amargo, con sensualidad almizclera, villanamente sugestiva. Luego caí a cuenta de que esa era la misma esencia que emanaba de los risottos italianos y de la bullabesa francesa.
-Oye, corazón ¿has escuchado esa charada de que te ponen una monda? Pues sé lo que significa. Porque vayan mondas que me he puesto- platicó de nuevo la mujer luego de que fuimos por tercera vez de compras y por cuarta vez a su cama.
Ella me explicó que la monda era retirar de la rosa del azafrán sus tres pistilos y que para conseguir un kilo de azafrán se necesitaba una media de 250 mil flores. –Habrás de imaginar que también soy buena con las manos, corazón- agregó la muy guapa.
Un día fuimos a Zirahuén y pasamos un par de horas sentados en el portal de una cabaña, sin decir palabra, contemplando el lago. Hasta que le dio por hablar y prender fuego.
-Hay personas y circunstancias que valen la pena… y cómo decía Antonio Machado: “Todo necio confunde valor y precio” espero que tú no seas de esos, corazón, reclamó.
El fuego en la chimenea pareció aclamar su discurso cuando procedió a exponer la necesidad de tostarse hasta las hebras para extraer el sabor. –Todo se consume, corazón. Debes saberlo. Para que sea bueno debe ser a fuego lento. Al final se pierde el 80% de su peso en agua, aunque reafirma su sabor y su color dorado Lo que queda es lo que vale tanto como el oro. Eso es lo que nos queda, sentenció. Y esa noche nos abrazamos tanto como las efigies flagrantes en la chimenea; tanto, que cuando caí rendido sentí que había perdido la mayor parte de mi peso; tanto, que no me di cuenta cuando la mitad de mi cuerpo se marchó. No me quedó otra que resignarme a mondar su aroma de entre las sabanas.
La nota, la receta, el secreto
Ella dejó una nota sobre la mesa del comedor:
En Las Nubes, Aristófanes alude con lujo al azafrán como el dilema en las palabras de Estrepsíades al hablarle a su hijo sobre lo caprichosa que era su mujer. “Cuando me casé con ella, me tumbaba en la cama. Yo, olía a vino dulce, higos secos y a lana de mis ovejas; pero ella, a su vez, a mirra, azafrán y a besos lascivos”
Posdata: la Rosa del azafrán sólo abre una mañana, para tonificarte el corazón con su fragancia.