Balazos, no corridos: Diego Chávez

 Balazos, no corridos: Diego Chávez

En fechas recientes, algunos gobiernos estatales y municipales han optado por prohibir la música que hace “apología del delito”, particularmente los llamados narco-corridos. La medida, que a simple vista parece una respuesta rápida ante la ola de violencia que azota a México, se vende como una estrategia cultural para recuperar el tejido social. Pero si se rasca un poco más, la superficie revela algo más preocupante: una política de simulación que ataca los síntomas, pero ignora o evade las causas.

Prohibir canciones no ha reducido los asesinatos, ni los desaparecidos, ni el cobro de piso. Tampoco ha desarticulado cárteles, ni frenado el tráfico de armas o el lavado de dinero. En cambio, sí genera titulares fáciles, discursos populistas y una falsa sensación de control. Es en el mejor de los casos, un placebo institucional.

La lógica de que las letras de estos corridos generan violencia es tan endeble como decir que las películas de acción generan sicarios, o que las telenovelas de narcotraficantes transforman a jóvenes en capos. LA MÚSICA NO CREA LA REALIDAD: LA REFLEJA, LA INTERPRETA O LA EXAGERA. LOS NARCO-CORRIDOS SON SÍNTOMA, NO CAUSA. SON CRÓNICA, NO ESTRATEGIA CRIMINAL.

Prohibir expresiones artísticas (por incómodas que sean) abre la puerta al autoritarismo cultural. Hoy es un corrido, mañana puede ser una obra de teatro, una novela, un documental. México ya tiene antecedentes nefastos en censura oficial y censura fáctica (la ejercida por el c. organizado). Sumarle ahora una censura legal, cuando oculta tintes morales es un retroceso democrático.

Eso sí, NO hay que romantizar el fenómeno. La industria del narco-pop o corridos tumbados existe porque hay un público que la consume y porque los promotores, empresarios, disqueras y plataformas digitales la explotan. El morbo vende y el poder fascina. Y en un país donde el Estado ha perdido la batalla simbólica frente al narco / c. organizado, el corrido se convierte en aspiracional.

Pero en vez de prohibir, lo que urge es competir. Competir en narrativas. Apostarle a otras formas de cultura, de identidad, de orgullo. Invertir en arte, en espacios públicos, en educación crítica, no solo en represión simbólica. Porque si el Estado solo aparece para prohibir, deja libre el terreno para que otros seduzcan, inspiren y construyan sentido de pertenencia.

No olvidemos lo esencial, México se encuentra entre los países con mayores índices de homicidios dolosos, desapariciones forzadas y desplazamiento interno por violencia. La criminalidad no se explica por una canción, sino por una combinación mayúscula de impunidad, corrupción, desigualdad, fractura institucional y pérdida de gobernabilidad en vastas zonas del país.

La prohibición de los narco-corridos no es una política pública: es un acto reflejo, estético, cómodo. Gobernar de verdad implica enfrentar al crimen, reconstruir instituciones, sanear cuerpos policiacos, generar empleo digno y apostar por la educación, no solo por la censura.

Mientras el c.o siga teniendo más presencia que el Estado en miles de comunidades, no importa qué canción suene. Lo que importa es quién manda.

 

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Diego Chávez

El autor cuenta con estudios jurídicos con experticia en asesoría Legislativa Parlamentaria, es Consultor en imagen pública – política y analista para diferentes medios.