Campesinos y economía de mercado

Las categorías de campesino y productor comercial, fueron utilizadas para clasificar a quienes trabajan la tierra, de acuerdo con las posibilidades en la utilización de lo producido, que a su vez, permitía distinguir el atraso a la modernidad de las actividades del campo.
Campesino era sinónimo de atraso, pobreza e ignorancia, puesto que solo producía para subsistir, contrariamente al productor comercial que era y es el que produce para vender, para ganar dinero aprovechando las ventajas del mercado, convirtiendo los productos obtenidos de su trabajo, simplemente en otro tipo de mercancías, destinadas a la alimentación humana.
El proceso de cambio de la condición campesina, a la condición de empresario mercantil, ha sido relevante en la globalización del mercado, haciendo necesaria la comprensión del significado de campesino y su evolución a la condición de empresario moderno.
En consecuencia, el concepto de campesino, está referido al productor de subsistencia, que la mayor proporción de su producción y donde la familia y la unidad productiva, están comprometidas simultáneamente con la ocupación, alimentación y seguridad de sus miembros. El campesino desarrolla, por tanto, una economía donde no están presentes las categorías de renta, capital, salarios, costos, precios y utilidades. La economía campesina persigue como objetivo fundamental, la satisfacción de las necesidades de la familia para garantizar su subsistencia, al margen del propósito para obtener ganancias monetarias.
La sociedad campesina existe en el campo, de donde deriva su nombre, en la práctica de una cultura que incluye, entre otros los siguientes elementos: la desconfianza en sus relaciones con los demás, entendiendo que las cosas buenas existen en número limitado y que si alguien adquiere más que otro, ello se debe a que se las ha apropiado indebidamente; la subordinación de las aspiraciones personales a las que la familia, evitan los riesgos de la innovación; incapacidad para controlar el futuro; preferencia por las satisfacciones inmediatas; ausencia de conciencia sobre la importancia del tiempo y de posibilidades para colocarse en la situación de los demás.
Habría que destacar finalmente, que el campesino es un productor de superficies equivalentes al minifundio, cualquiera que sea su denominación, “pegujal”, “parcela” o “ecuaro”, siempre insuficiente para ocupar plenamente al minifundista y su familia, así como para dotarlos de satisfacciones que permitan el bienestar familiar. El campesino y su minifundio fueron históricamente condición necesaria para la existencia de la concentración de tierras bajo la forma de latifundio, porque permitía la sobrevivencia de los peones “encomendados” y “acasillados” durante la Colonia, el Periodo Independiente y en especial, durante la Dictadura de Porfirio Díaz.
Actualmente, ante el triunfo mundial del sistema de mercado, el campesino sigue existiendo sustentado en el minifundio, parcelario ejidal, comunal y particular, coexistiendo con los grandes negocios agropecuarios, dedicados a la producción de carne, frutas y verduras, para su comercialización en fresco o como productos industrializados.
En el pasado reciente y hasta el presente, el proceso de concentración de tierras fue consecuencia de lo que pudo llamarse en la reforma agraria, como “pequeña propiedad inafectable”, así como de la incorporación del ejido a la mecánica del mercado de tierras, junto a la terminación del reparto y la desaparición del riesgo de las superficies afectables para la constitución y ampliación de ejidos.
El auge de los negocios agropecuarios con participación extranjera relevante, aceleró el proceso de desaparición de las economías campesinas, al nivel de extinción de lo que pudo llamarse campo y campesinos. Una de las implicaciones esenciales en el proceso de triunfo del mercado en el sector agrícola y pecuario de México y Michoacán, consiste en que las empresas como negocio que buscan las mayoresutilidades, demandan de fuerza de trabajo asalariada bajo la forma y contenido de jornaleros agrícolas. Terrible realidad para el campesino: de solicitante de tierras a ejidatario y de ejidatario a proletario agrícola.
Sin duda alguna, el futuro del productor campesino, ejidal, comunal, particular, consiste en la continuidad de su conversión, acompañado de sus hijos, en jornaleros agrícolas que trabajan por un salario, que pagan los empresarios del azúcar, café, frutillas, aguacate, mango, etc., o bien la renta de sus parcelas a las grandes empresas trasnacionales de altos costos de producción. Esto deja sin otra oportunidad hacia el futuro que heredar a los hijos, quienes se desinteresan cada vez más en las actividades del campo en un escenario en la misma condición que los padres.
Hoy se viven circunstancias nuevas que exigen soluciones nuevas. A partir de las modificaciones constitucionales de los años noventa del siglo pasado, los cambios en el sector rural han sido profundos incluyendo los cambios en la estructura de la propiedad sobre la tierra, la sociedad rural y su división en clases sociales y sectores de población de la desigualdad, con sus valores y expectativas que marcan tendencias hacia el porvenir.
La nueva sociedad existente, todavía no está suficientemente comprendida y atendida en sus grandes cambios, que permiten influir en los resultados de cuanto ha ocurrido y se ha hecho en la historia de todos, donde los campesinos han desempeñado un papel relevante en todos los momentos. Hoy se tiene la oportunidad de que todo lo que viene, sea el resultado de un propósito deliberado para la prosperidad y la justicia. El esfuerzo coordinado, el cambio en los procesos productivos y las mentalidades rurales, en las nuevas condiciones que exigen los mercados, la sustentabilidad, la productividad, la salud humana, la sanidad e inocuidad, las mismas exigencias del cambio de vida de la humanidad, obligan a replantear nuevas tareas y retos, entendiendo la culturalidad y la sociedad campesina.