Columna: Venezuela, sobre una bomba

Nicolás Maduro Moros se enquistó en el poder desde el 19 de abril de 2013, cuando asumió la presidencia de Venezuela tras la muerte de Hugo Chávez Frías,quien fue el fundador del movimiento político populista denominado “Chavismo”.
Maduro ha estado en el poder aproximadamente 11 años y 4 meses, y su administración se ha caracterizado por tener resultados muy negativos en varias áreas torales del gobierno, estos son algunos datos:
– En 2021 la tasa de inflación anual fue de aproximadamente 2,700% de acuerdo con el Banco Central de Venezuela.
– El PIB se ha contraído más del 70% desde 2013, según datos del FMI.
– En 2021, más del 76% de la población vivía en pobreza extrema según la ENCOVI.
– El salario mínimo mensual en Venezuela es uno de los más bajos del mundo, con $3.70 dólares mensuales.
– El ACNUR nos dice que más de 7 de millones de venezolanos han dejado el país desde el 2015 debido a la crisis.
En 2018 Nicolás Maduro se reeligió en la fue considerada una elección ampliamente fraudulenta, y el pasado 28 de julio busco nuevamente perpetuarse 6 años más en el poder, compitiendo con la oposición venezolana liderada en esta ocasión por Edmundo González Urrutia y María Corina Machado Parisca.
Con lo que no contaba Nicolás Maduro, era con la amplia participación ciudadana debido al hartazgo que la sociedad venezolana tiene con su gobierno, con una oposición política unida y organizada, y además de toda la comunidad internacional observando el proceso electoral, empero, al día de hoy, su consejo nacional electoral, y digo suyo porque él nombro a todos los funcionarios del mismo, lo ha declarado ganador en el proceso, sosteniendo este resultado sin hacer públicas en las actas de votación de la jornada electoral, además de que los líderes opositores son víctimas de arresto y persecución por parte del gobierno, quien utiliza a grupos paramilitares para intimidar a todo aquel que proteste contra el régimen.
Los informes de observadores independientes y las denuncias de numerosos actores nacionales e internacionales confirman lo que todos ya sabíamos: las elecciones en Venezuela no fueron ni libres, ni justas, ni transparentes.
El reciente fraude electoral en Venezuela no es más que un recordatorio doloroso del desprecio absoluto que Nicolás Maduro y el chavismo tienen por la democracia y los derechos humanos.
Las democracias del mundo, junto con organizaciones internacionales facultadas como la Organización de Estados Americanos (OEA) y las Naciones Unidas, deben actuar con firmeza y decisión, ya que hoy Venezuela exige una respuesta contundente y coordinada que incluya sanciones más severas contra el régimen de Maduro Moros, además de apoyo incondicional a la oposición venezolana y medidas concretas para proteger a las y los ciudadanos venezolanos de la represión y la miseria.
El economista Amartya Kumar Sen sustenta su obra principal “Desarrollo y Libertad” argumentando que la libertad política y la democracia son esenciales para el desarrollo humano y económico, y hoy es justo el llamado que se le hace a la comunidad internacional, para que se tomen medidas decisivas que restauren la democracia y la libertad para lograr la recuperación económica y el bienestar de las y los venezolanos.
Sin un cambio en el sistema político es difícil imaginar una solución sostenible a la crisis económica y humanitaria, hoy Venezuela se encuentra sobre una bomba, es momento de tomar acciones urgentes, ya que la historia juzga a quienes, teniendo la capacidad de actuar, eligieron la indiferencia.