Humanización del servicio militar Vs. normalización militar de la vida civil en México
Desde el 27 de enero y hasta el próximo 26 de febrero se exhibe en los espacios abiertos del Centro de Convenciones de Morelia la exposición militar “La Gran Fuerza de México”. Ya sea que se consideren cercanos u opositores al actual Gobierno Federal y en especial a la militarización de la vida civil de nuestro país, les recomiendo asistir a la exhibición. Para ello pongan en pausa su cercanía o desdén a la estrategia militar que este gobierno implementó y que sin duda divide no sólo desde las filias y fobias, sino que también controvierte el papel y el alcance que hasta ahora están teniendo los mandos militares en este sexenio.
Una valoración justa, ecuánime y bien ponderada de la muestra aquí analizada exige que separemos la estrategia, intereses y normalización del militarismo impulsado desde la Presidencia y altos mandos castrenses del trabajo, esfuerzo, condiciones de vida y deshumanización que a veces viven las y los militares. Para efectos de esta columna, me refiero primero a la necesidad de revisar, valorar, entender y empatizar con el rol que juegan las y los elementos del ejército en labores de seguridad nacional, apoyo comunitario y sostén en aquellos momentos en los que una urgencia nacional requiere de su fuerza, estructura y disciplina.
“La gran fuerza de México” logra que veamos más allá de la política y de los discursos anti o pro castrenses que invisibilizan a las personas que ponen en riesgo su vida; que se desvinculan de sus afectos familiares y que en muchas ocasiones optan por entrar al ejército para proveer a sus familias y por no tener ante sí una estructura de oportunidades que les permita tomar otro camino. Si bien la ciudadanía reconoce la labor del Ejército, en gran medida deshumaniza y desconoce el esfuerzo, trayectoria y sacrificio de las personas de hábito y cotidianidad castrense.
La oportunidad de conocer, platicar y recibir un amable tratode esas mujeres y hombres que participan en grupos de operaciones especiales; que patrullan las carreteras del México bárbaro; que elaboran miles de desayunos y comidas para zonas aquejadas por la pobreza o por un desastre; o quebien entrenan, cánidos de rescate es única para sensibilizarnos ante su esfuerzo y reconocer el valor de su afán y denuedo personal.
Es también grato ver que la forma en que llegan las familias a la exposición con el ánimo de distraerse, divertirse y hacer desconexión de sus problemas. Las risas, caras alegres de las niñas y niños al escalar paredes, realizar rapel o simplemente conocer por dentro las unidades aéreas y terrestres de servicio militar es un motivo también de regocijo.
Comencé señalando lo positivo para ahora ofrecer una crítica al lado propagandístico y de normalización detrás de la exposición. La muestra militar no se puede desarticular de la clara y desmedida militarización que ha sufrido nuestro país, sobretodo en áreas y ámbitos civiles que anteriormente eran ocupados por profesionales o por personal burocrático. Al arribar, es imposible no advertir las botargas inflables gigantescas que asemejan a las mascotas de los equipos de Baseball. Llama la atención las características que tienen la mayoría de los encargados de cada uno de los módulos que uno va visitando; tanto hombres como mujeres guardan algunas características que se ajustan a algunas características muy valoradas en ambos géneros. A lo largo del recorrido no sólo se muestra el lado positivo ya aludido sobre el trabajo de las fuerzas armadas, progresivamente el entorno va centrándose también en ir reafirmando la necesidad del ejército en nuevos espacios que tradicionalmente habían estado en el espectro civil mexicano.
La exhibición apuesta a que la ciudadanía normalice la presencia de las y los militares a través de actividades en las cuáles se socializa, sobre todo en la niñez, la heroicidad, valentía y pertinencia de tener al ejército conviviendo en la seguridad, la obra pública y en la gestión y administración de servicios públicos. Sutilmente a las menores y menores se les aplica camuflaje para que les tomen fotos como si estuvieran simulando pertenecer a una brigada especial; les ponen las insignes gorras militares y el personal de la exposición posa para la foto sour venir de la visita.
Los visitantes se maravillan con los rifles de ataque que portan los elementos militares, se toman fotos junto a las patrullas de la Guardia Nacional o incluso dentro de alguno de los helicópteros que relumbran y sin duda llaman la atención. Se socializa la labor castrense pero no deja también de loarse el uso legítimo de la fuerza y la masculinización de la fuerza y bravura militar. En un país asolado por la violencia resulta un contra sentido estas muestras de virilidad y poder, más aún dirigidas a que la niñez se acostumbre a ellas.
No falta la persona adulta que busca posar al lado del personal militar; peor aún no falta quien pide posar con el armamento y ya en el colmo les es concedida la foto buscada. Todo ello redunda hacia un solo sentido, aceptar la centralidad que este gobierno le ha dado a las fuerzas armadas, es un ejercicio de propaganda eficaz y de gran utilidad para aquellas personas que por su edad deberán aceptar y ver cada vez más normal el protagonismo de los altos mandos militares, de esa oculta intención de adueñarse cada vez de mayores espacios de la vida civil mexicana.
Uno sale impresionado de las tareas que realizan aquellos que ponen su vida y salud en riesgo en su actividad cotidiana, si la propaganda tuvo efecto saldrá hasta con una sudadera o playera de la SEDENA que puede comprar en una tienda de recuerditos y memorabilia oficial. Al final, en lo particular, quedé en un pasmo de claroscuros y con la sensación de que la propaganda hace que se pierda la oportunidad de humanizar a quienes de 8 a 8 obedecen para posar, dirigir actividades lúdicas y patrullar con sus armas de por todo el Centro de Convenciones para ser vistos como baluartes imprescindibles de nuestra vida cotidiana.
Los exhorto a que conozcan y ustedes mismos valoren lo que verán, pero no dejemos de ser esa ciudadanía crítica que le tiene aprecio a su ejército, pero que se mantiene atenta de lo que sucede detrás del telón entre el Ejecutivo Federal y el Poder Militar.