La fuerza de los migrantes organizados: La lección de Colefom

 La fuerza de los migrantes organizados: La lección de Colefom

En medio de un clima político complejo, la comunidad migrante mexicana está demostrando que su organización puede derribar barreras. Los clubes de migrantes —esas asociaciones de paisanos en el extranjero, desde Los Ángeles hasta Chicago— han pasado de la nostalgia y las fiestas patronales a influir directamente en la agenda pública. Un ejemplo elocuente es el Colectivo de Federaciones y Organizaciones Mexicanas Migrantes (COLEFOM), cuya reciente actividad binacional mostró cómo la sociedad civil migrante puede lograr avances reconocidos por el Senado de la República y el gobierno federal. Esta experiencia deja una lección clara: cuando hay voluntad y organización, incluso quienes viven las responsabilidades diarias más complejas, como trabajar y salir adelante en otro país, logran impulsar cambios reales.

UNA AGENDA BINACIONAL CON IMPACTO POLÍTICO

Hace unas semanas, COLEFOM coordinó un esfuerzo inédito: un foro transnacional celebrado primero en Los Ángeles y luego en la Ciudad de México, en busca de una agenda binacional por la justicia migrante. Lejos de ser solo eventos simbólicos, estos encuentros unieron a líderes de clubes de migrantes de varios estados (California, Illinois, Georgia, Texas, Arizona, entre otros) con legisladores mexicanos y autoridades estadounidenses. El resultado fue diálogo institucional de alto nivel. De hecho, el pasado 24 de abril el Senado mexicano fue sede de la continuación de este foro, titulado “Compromisos, Retos y Oportunidades”, con la participación de la senadora Amalia García y el propio presidente de la Mesa Directiva del Senador, Gerardo Fernández Noroña. Que el Senado abra sus puertas a los migrantes organizados es un reconocimiento sin precedentes: se está pasando del discurso a la acción, atendiendo propuestas de quienes tradicionalmente eran vistos solo como remitentes de remesas.

En esos foros, la incidencia política de la diáspora quedó manifiesta. Los migrantes plantearon sus preocupaciones directamente a autoridades de ambos países, desde la necesidad de proteger el derecho a la movilidad humana hasta garantizar una reinserción digna en México en caso de deportación. Se habló de trazar rutas comunes frente al endurecimiento de políticas en EUA —recordemos que actualmente se percibe un clima hostil alimentado por el regreso de Donald Trump al poder— pero con una estrategia propositiva, no de confrontación. Esta vez, los migrantes marcaron la agenda: con datos duros en mano y propuestas concretas, conminaron a ambos gobiernos a buscar entendimientos que antepongan la protección de las personas migrantes.

DESARROLLO COMUNITARIO Y COINVERSIÓN: LA EXPERIENCIA DE LOS CLUBES MIGRANTES

La fuerza de los clubes migrantes no solo se mide en foros políticos, sino en décadas de trabajo comunitario. Desde hace años, las federaciones de clubes de oriundos han colaborado para llevar desarrollo a sus comunidades de origen mediante coinversión social. Han construido escuelas, caminos, centros de salud y proyectos productivos en Michoacán, Zacatecas, Oaxaca y muchos estados más, combinando recursos de los paisanos y gobiernos locales en esquemas como el extinto programa 3×1. Estas obras, financiadas con las remesas colectivas de los migrantes, demuestran un compromiso con el desarrollo que trasciende fronteras. No es casualidad que Michoacán haya retomado el primer lugar nacional en recepción de remesas en 2023, con más de 5,600 millones de dólares enviados por sus hijos en el extranjero. Esa inversión de los migrantes en sus pueblos natales ha sido motor de desarrollo local y ahora viene acompañada de exigencias de mayor apoyo institucional.

Durante el foro en el Senado, Efraín Jiménez Muñoz, coordinador general de COLEFOM, recordó que las y los migrantes construyen prosperidad compartidaentre México y Estados Unidos. Dio cifras contundentes: en 2022 los migrantes mexicanos aportaron aproximadamente 76 mil millones de dólares en impuestos y representan cerca del 8% del PIB de Estados Unidos. Además, cada año la diáspora mexicana envía más de 65 mil millones de dólaresen remesas a México. Incluso los migrantes indocumentados contribuyen significativamente: se estima que declaran 120 mil millones de dólares al fisco estadounidense sin recibir beneficios equivalentes.Y en un dato que provoca reflexión, Jiménez señaló que de todo ese dinero enviado a México, hasta un 16% queda retenido en impuestos locales y federales en nuestro país. Los números no mienten: la comunidad migrante es una fuerza económica y social de primer orden, una “extensión de la población mexicana” como ellos mismos la definieron, que exige ser reconocida más allá de discursos.

ORGULLO MICHOACANO MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS

Michoacán, en particular, sabe de este fenómeno mejor que nadie. Se calcula que en Estados Unidos habitan más de cuatro millones de michoacanos de origen, una cifra semejante a la población del propio estado. Es como si existiera otro Michoacán del otro lado de la frontera. Estas comunidades en el exterior no son entes lejanos; siguen profundamente vinculadas a su tierra. Prueba de ello es que Michoacán suele encabezar la recepción de remesas año con año, y que existen numerosas organizaciones y clubes de migrantes michoacanos activos en EE.UU. y Canadá, agrupados en federaciones estatales. Por ejemplo, en Chicago opera la Federación de Clubes Michoacanos en Illinois (Casa Michoacán), y en California y Georgia hay organizaciones similares de paisanos. Varias de ellas se han articulado a través de COLEFOM para tener mayor impacto colectivo. Cuando nuestros migrantes se organizan, su voz resuena desde Los Ángeles hasta Morelia: la reciente agenda binacional impulsada por COLEFOM hizo que los reclamos y propuestas de las y los mexicanos en el exterior fueran escuchados en la Ciudad de México al más alto nivel.

Al reconocer el trabajo de los clubes migrantes organizados, estamos ante un cambio de paradigma. Ya no se ve al migrante solo como alguien que “manda dólares”, sino como un actor político y social con derechos y agencia propia. El Senado mexicano, al abrir espacio a este diálogo transnacional, envió un mensaje potente: la comunidad migrante no es un sector olvidado, es parte fundamental de la nación. Iniciativas como las de COLEFOM evidencian que la distancia geográfica no impide la participación cívica. Si hay voluntad y organización, nuestros paisanos en el extranjero pueden incidir en políticas públicas, promover el desarrollo de sus comunidades y sentarse a la mesa con las instituciones.

En un tono respetuoso pero firme, esta columna hace un guiño de reconocimiento a los clubes de migrantes, los gobiernos tienen un adeudo con la causa migrnate. Sus integrantes trabajan jornadas largas, mantienen a sus familias a miles de kilómetros y aun así se dan tiempo para organizarse por el bien común. Su labor es doblemente meritoria. COLEFOM y las federaciones de migrantes nos enseñan que la ciudadanía trasnacional es una realidad: la patria no termina en la frontera, y los cambios también se logran desde fuera. Que estos esfuerzos sigan creciendo depende en buena medida de que sigamos visibilizando su importancia. Hoy, la voz migrante suena más fuerte que nunca; escuchémosla y reconozcamos en ella una fuente de orgullo y progreso compartido.

 

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Josué Daniel Aguilar Guillén

Josué Daniel Aguilar Guillén es un experto en migración, cooperación internacional para el desarrollo y administración pública. Destacado por su capacidad para analizar la interacción entre la migración y la economía local. Ha colaborado activamente en programas de cooperación internacional, tanto con universidades nacionales como con ONGs en el extranjero.