La Huacana por Gerardo A. Herrera Pérez

 La Huacana por Gerardo A. Herrera Pérez

Años de no regresar a la Huacana, muchos, tal vez dos decenios; me sorprende estar en su centro histórico frente al edificio de la Presidencia Municipal, esa puerta de madera hermosa que da entrada a la administración municipal; la modernidad y su posmodernidad no rompieron con la solidez de sus valores de la cabecera municipal de la Huacana, mucho menos con sus comunidades y tenencias, poco es lo que es líquido y que perdió el sentido de su estabilidad y solidez, afortunadamente, pese a ello, también veo la inmediatez, lo efímero.

Estoy sentado frente a su plaza, en las mesas del portal de la Peletería y Nevería La Huacana, es decir, estoy sentado frente a su jardín principal y la torre del reloj que data de 20 de noviembre de 1983; la plaza sigue teniendo esos añosos árboles de tamarindo, ahora también adornan sus palmeras en la parte central. Sus bancas cambiaron, ahora son de herrería, aun así la gente está ahí, sentada, esperando, esperando ver pasar la vida, el tiempo, la oportunidad, la mismidad, la otredad, lo relacional, la alteridad.

Pedro Chávez ha caminado sobre la plaza principal y me comenta que ha visto que se respira de mucha tranquilidad, en sus bancas están sentadas familias completas quienes disfrutan de las áreas verdes en donde sus hijos juegan. Disfrutan igualmente de la fuente en donde sus hijos juegan con el agua, agua que significa el oasis de la tierra caliente en Huacana.

He recorrido sus hermosos portales, unos con sabor a historia, otros arreglados, sin sus entretejados de madero, pero todos alineados esperando ver pasar el tiempo y las transformaciones de quienes viven aquí en la Huacana.

En uno de los extremos, está la tienda la Esmeralda, atendida por un hombre, alto blanco y de un hermoso bigote; amable, certero, y con una gran disposición atiende lo mismo a los niños, que a los jóvenes, que a los adultos, como a los que de aquí son, como los que venimos de fuera. Le pregunte sobre una conexión, y él con solo un par de mis comentarios, de inmediato supo lo que quería se fue a tras tienda y regreso con lo que le pedía. Son esas tiendas que fueron un éxito después del Porfiriato, aquellas tiendas que tenían un poco de todo, aquellas tiendas que eran atendidas por sus propietarios y en las cuales se fiaba a la palabra. Aquellas tiendas que no utilizaban las tarjetas de crédito, sino la palabra, aquellas tiendas que apuntaban en una lista de un cuaderno sucio pero que guardaba las deudas del pueblo. Me remonte a esos tiempos cuando vi de manera detallada los entrepaños, los cajones llenos de mercancía, y prácticamente de todo, es decir, poco de todo, pero de todo un poco.

Estoy al lado de una tienda de electrodomésticos, ahí venden de todo, de todas las marcas, aquí también llegó la globalización y la posmodernidad con los bienes y servicios que harán más eficiente la vida de la mujer, aunque sea violentada, aunque no sea diez de mayo. Venden los colchones de marca, aunque desplacen a las hermosas hamacas coloridas, ahí también venden las licuadoras que desplazaran los molcajetes y los metates, los hornos demicrohondas que permitirán calentar rápido, pero desplazaran el horno de leña. La bicicleta que ya no requerirá del burro, o la motocicleta que hará una desplazamiento más rápido al Chauz o Zicuirán, o bien a Ixtapita.

Estuve en la cenaduría de doña Fidelina, sí, en la Cenaduría Fide; ella es una mujer robusta, con una sonrisa que arrebata a los presentes, con una disposición de atender a los de aquí y a los que vienen de fuera. Sus compañeras son diligentes y ayudan a seleccionar los platillos que ofrece su gastromía. Los mismo papitas de puerco en vinagre, que patitas de pollo en vinagre, así como cueritos de puerco, una delicia.

También vi cómo se revolcaban los tacos de adobera, frijol y pechuga de pollo en la burbujeante manteca de cerdo; escuché chillar la manteca, también vi como los comensales se devoraron los platillos, Pedro Chávez, di cuenta de una cena digna de reyes, de cardenales.

Le pregunte, que si quería más, pero él me expreso que había quedado satisfecho, y lo comprendí cuando observe que también le dio de comer a una par de hermosos perros que por ahí pasaron y que también disfrutaron de las viandas de Fide.

Estoy aquí, porque requiero recordar, requiero comprender como el mercado ha penetrado la tranquilidad de estos pueblos, cómo cada vez es menos escuchar los cantos en la iglesia, cada vez en menos observar la gente reunida invitando a rezar por el bien de la sociedad. Vivimos tiempos líquidos, cada quien se conduce en la inmediatez. Aun se observan los matrimonios longevos, la estabilidad de las personas en sus empleos.

En este negocio en el que estoy, se viven las posmodernidades de las nuevas tecnologías de la información, aquí pueden acceder al mundo en unos segundos con el Wii fi, también pueden interactuar con el Occidente, o el Lejano Oriente. Hoy la realidad no solo es objetiva, o subjetiva, es una realidad de lo posible, y como posible que es, sabemos que se construye una nueva realidad social.

Mañana, mañana será otro día, mañana las dinámicas sociales estarán moviéndose al ritmo de la Huacana, nunca al ritmo de la Posmodernidad, o al ritmo de la globalización, pero siempre se hará al ritmo del mercado, de ese mercado que nos hace hedonistas, narcisistas y compradores de marcas que nos hace sentir los valores individuales, contra los colectivos y en donde no nos permite fortalecer la confianza.

La Huacana, mi Huacana, la Huacana de todos y todas, la Huacana de Gustavo Limas, la Huacana de aquellos que aman lo centenario, la Huacana de hombres y mujeres ilustres. Amo la Huacana, como amo a Apatzingán, o como amo Lázaro Cárdenas y los amigos que la vida me ha permitido hacer.

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Redaccion Indicio Michoacán

Redacción

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