La mujer policía… la gran olvidada el #8M

 La mujer policía… la gran olvidada el #8M

Hoy en día, la tribuna, quizás de manera oportunista, se inundará de temas sobre feminismo y sobre enfoque de género. Quienes normalmente abordamos otro tipo de temas, principalmente los que por su naturaleza son dirigidos hacia los temas de seguridad, hemos olvidado, que las políticas y estrategias en la materia, deben tener un enfoque primordial en la seguridad de las mujeres.

Creo que hasta el momento vamos bien, porque hay un involucramiento de especialistas en la materia que han hablado y escrito de manera magistral, propositiva sobre las medidas que el estado mexicano debe aplicar para la protección adecuada de los derechos y seguridad de la mujer.

Pero hoy en día, hemos dejado en el olvido a una clase importante, fundamental que nivela en una medida preponderante las políticas de seguridad aplicadas en la actualidad: La mujer policía.

La corporación, ese espacio masculinizado.

Dentro de las corporaciones policiales (al igual que en la vida cotidiana) la mujer enfrenta una serie de escollos que, sin dudarlo, son los que comúnmente pensaríamos que ya se habrían eliminado. Pero hoy en día la desigualdad de género en lo laboral, la distribución inequitativa de los ingresos, las jornadas laborales extensas, las pocas o nulas prestaciones que los policías pueden gozar por su régimen especial de contratación y por el otro lado la distribución discrecional de los ascensos en materia laboral, derivado de el acaparamiento del género masculino de los puestos de poder y toma de decisiones.

La mujer policía, en muy pocas ocasiones tiene la aceptación social de la labor que realiza. De inmediato viene el estigma, la condena social por la labor que realiza y la minimización de su condición humana por los riesgos de la labor policial – cómo si los riesgos no fueren para ambos sexos-, donde se señala por diferentes medios, amén del olvido que como sociedad tenemos ante los abusos que se generan dentro de las corporaciones policiales.

En México la historia del ingreso de las mujeres en corporaciones policiales podría decirse que es aún una asignatura pendiente, documentada tan solo en algunas notas periodísticas que narran algunos hechos heroicos o sus finales violentos por la violencia extendida en el país.

La Policía cómo institución, ha sido un caso simbólico de segregación histórica, desde un sentido horizontal, cómo vertical, dado que este tipo de instituciones fueron concebidas con un organigrama y funciones con características masculinas, donde aun cuando hay un ingreso constante de mujeres, se sigue manteniendo la corporación con un carácter sexuado.

La mujer y su devenir en la policía.

Sin embargo, es relevante visibilizar diferentes aristas de sus experiencias de ingreso y trayectoria sin hacer a un lado el significado que su presencia y actuación, desde un cuerpo significado en femenino, tiene en el entramado cultural de la policía mexicana, en un contexto de violencia generalizada.

Historias de mujeres que ingresan a las corporaciones policiales, en búsqueda de desarrollo, vocación e incluso cómo un último recurso para obtener un trabajo remunerado de una manera “digna”, son las que, desde las áreas de reclutamiento, capacitación y sobretodo desde la propia academia, conocemos.

Las mujeres se han incorporado al trabajo remunerado en la policía de manera creciente en las últimas décadas y de manera particular a lo largo del siglo xx en América Latina y Asia, aunque en Estados Unidos y en la mayoría de Europa su integración es de mayor data.

Su participación en las fuerzas de seguridad hoy es más que sólo testimonial o simbólica, pues habiendo iniciado sus funciones históricas con asignaciones concebidas como “propias de mujeres”, tales como el cuidado de parques y jardines, la vigilancia de escuelas y hospitales o trabajos secretariales y administrativos, lo cierto es que han transitado hacia la realización de trabajo operativo en calles y patrullas, llegando algunas a ocupar puestos de mando en la estructura policial.

Con ello, algunas mujeres han roto no sólo el llamado “techo de cristal”, sino también el “techo de latón”, como nombra Dorothy M. Schulz (2004) a esos obstáculos evidentes y complejos que únicamente algunas mujeres han logrado traspasar, dada la peculiaridad y sobregenerización de las instituciones policiales.

Las organizaciones que tienen el encargo de garantizar la seguridad pública a la ciudadanía no son sólo centros de trabajo que contratan mujeres; tampoco se caracterizan por tener más hombres que mujeres en su fuerza laboral.

Se trata de instituciones que, a lo largo del tiempo, se han ido constituyendo en una subcultura de género, donde las relaciones entre los hombres, entre los hombres y las mujeres, así como las relaciones entre las mujeres que las integran, cuentan con códigos no siempre explícitos en los que se privilegian las prácticas de un sujeto policial con características históricamente relacionadas con la más reacia masculinidad.

Las mujeres, en este sentido, si bien han roto estereotipos con su sola presencia, también han sido incorporadas bajo argumentos esencialistas que las muestran con caracteres “femeninos” más aceptables por una ciudadanía distanciada o enemistada con fuerzas policiales fuertemente generizadas, vinculadas con historias de represión, corrupción y violencia enfundadas en cuerpos masculinos.

Uno de los factores que facilitaron la integración de mujeres en la policía ha sido el reconocimiento de que ésta es una de las instituciones públicas que más contacto tiene con la ciudadanía y que, a la vez, es de las que más deteriorada tiene su imagen ante ésta.

Reproduciendo estereotipos de género, se ha supuesto que la sola incorporación de mujeres en labores policiales cambiaría dicha imagen, reflejo de su capacidad de corrupción y ejercicio de violencia.

Concluyendo…

Sin embargo, al no propiciarse simultáneamente reformas policiales democráticas, con perspectiva de género y de derechos humanos que norme el actuar policial hacia dentro y fuera de las instituciones policiales, éstas se han ido constituyendo en México y en otros países de Latinoamérica y del mundo como una cultura separada de la “externa”, manteniéndose o aumentando la desconfianza de la ciudadanía, tanto en aquellos países que experimentaron un pretendido retorno a la democracia posterior a regímenes militares, como en los que, como México, tienden a fortalecer su fuerza represiva y militarización como única estrategia concebible para lidiar con el crimen organizado y las redes del narcotráfico.

En nuestro país, tenemos un severo atraso operacional y de políticas en materia de seguridad, donde también hemos dejado a un lado la inclusión en los planes de seguridad, en las estrategias y en la operatividad a las mujeres.

Es por ello que aún cuando hay un gran avance en materia de políticas de seguridad, dentro de la perspectiva del recurso humano hay un gran atraso y una deuda histórica con las mujeres, porque si desde el ojo ciudadano estigmatizamos que los policías están en la última escala de las clases sociales, añadimos un estado de fuerza femenino, pues obviamos sus historias, devenires y desarrollo ocultado con ello una lucha de muchos años que han tenido: SER MUJER Y SER POLICÍA.

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Redaccion Indicio Michoacán

Redacción

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