Mensaje de la Mesa Ciudadana de Seguridad y Justica Región Morelia
Cualquiera que piense que puede arreglárselas mejor por su cuenta está equivocado. Nuestro bienestar es compartido y nuestro sufrimiento también. Somos un mundo”.
—Angela Merkel.
A la opinión pública:
Atravesamos momentos de inmenso dolor, porque una vez más, tenemos una menos, Jessica es su nombre. Veo una sociedad frustrada e indignada, veo cómo el coraje se apodera de nuestros corazones y cómo con un grito desesperado, exigimos justicia. Sin embargo, estoy consciente de que la violencia genera más violencia y si no detenemos esta escalada, terminaremos por autodestruirnos.
Tengo la certeza de que la educación es el mayor agente transformador que puede existir, entiendo a ésta en su sentido más amplio, privilegiando enfáticamente, el fomento y la práctica de valores.
Por el fomento, sostengo que la buena o mala educación, en nada tienen que ver con el código postal de tu domicilio, hoy lo tenemos más que claro; tampoco tiene que ver con las escuelas donde has estudiado, ni con el trabajo de tus padres; mucho menos, con el apellido que te tocó, el mismo del cual te cuelgas sin que esto sea ningún mérito, o el cual rechazas y omites, evidenciado la vergüenza que te causa.
Hoy no encuentro sentido alguno en la escala de valores, porque veo que lo vulgar, lo obsceno, la patanería y la agresión es lo que destaca sobre la buena educación, la moral, la caballerosidad y el diálogo. Yo pregunto ¿Por qué muchos patanes son los “populares”? ¿Por qué traer un “buen carro” es tu mejor carta de presentación? ¿Por qué las características de tu casa te hacen ser o no ser “gente bien”?
Respecto a la práctica, existe una máxima de vida: El ejemplo arrastra. El actuar de las personas puede concebirse como la práctica de un oficio, y enfatizo, no hablo de saber, sino de hacer. Si entendemos que un niño tiene su primer centro educativo al interior de su hogar, será sencillo comprender por qué las acciones observadas se vuelven conductas aprendidas, y a mi, en una experiencia personal con mi propia hija, me alerta sobre que la ofensa que recibe una niña a los 14 años, y que el “amigo” ofensor ve como un simple juego o reto, de no ser señalada y detenida, en poco tiempo puede escalar a una gran tragedia para todos.
Si no entendemos que la posibilidad de cambio inicia en nosotros mismos, si no reconocemos que gran parte de los problemas que hoy padecemos los hemos originado también nosotros mismos, si fortalecemos las prácticas violentas como una venganza justificada y si seguimos pensando que la mayor muestra de amor que podemos tener con nuestros hijos es el solapar y justificar sus errores, seguiremos condenados a vivir rehenes de los antivalores y la autodestrucción.
Convirtámonos cada uno de nosotros en nuestros propios vigilantes. Denunciemos las agresiones por insignificantes que parezcan. Exhibamos a los agresores y aplastemos los antivalores, para que tengamos, finalmente, la tranquilidad, la felicidad y la honorabilidad que la mayoría merecemos… ¡Qué nunca más haya una menos!
Mariana Sosa Olmeda
Coordinadora de la Mesa Ciudadana de Seguridad y Justica Región Morelia