Columna: Una constitución para todos sin representar a todos

 Columna: Una constitución para todos sin representar a todos

Por: ARNULFO LÓPEZ SOTO.

Hoy en día, conmemoramos el 104 aniversario de la promulgación de nuestra carta magna: La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM).

El 05 de febrero de 1917, como recurso para terminar una revolución que en aquel entonces parecía no tener fin, Venustiano Carranza, < Don Venus > para sus < amigos >, lanzó una convocatoria para formar un congreso constituyente que pudiera discutir y redactar una constitución definitiva para el país. Habíamos pasado por más de 30 años de un autoritarismo total llamado <El Porfiriato>, en donde nuestras libertades políticas estaban en coma. Continuamos con casi 7 años de lucha constante en nuestro propio territorio (Revolución Mexicana), la cual fue perdiendo su propia identidad y su motivo de existencia. ¡Se tenía que hacer algo! Y sí, bien o mal, ese algo fue la CPEUM.

Pero, ¿qué importancia tiene, a un poco más de un siglo, la ya mencionada carta magna? Mi opinión se vería demasiada acotada si solo me quedo con la idea de que su importancia radica en la regularización del individuo en la sociedad. Desde mi perspectiva, la importancia – y a la vez reto – de la CPEUM radica en la urgente necesidad de aplicar correctamente las “garantías” ahí establecidas. Cabe mencionar que esta constitución añadió demandas socioeconómicas a la constitución de 1857, la cual ya contemplaba las garantías individuales.

En la CPEUM, en teoría, encontramos nuestros derechos sociales, políticos, económicos y culturales, pero no basta con tenerlos en papel para creer que ya los tenemos en la realidad. Infortunadamente, ni la misma constitución ha logrado cumplir con el objetivo de que estos derechos sean realmente asequibles dentro del territorio nacional.

En algún momento académico escuché la anécdota de un Doctor en Derecho que decía que si México dejara de existir, y que después de muchos años, en las ruinas, alguien se encontrara una constitución, afirmaría que sobre esas ruinas alguna vez vivieron seres perfectos. Y es aquí, justo con esta historia, en donde encuentro el principal reto de la constitución: hacer tangibles TODOS los derechos – y también obligaciones – que de ella emanan.

La pregunta inicial la reformo entonces a una segunda y tercera: ¿En realidad qué debemos de celebrar hoy? ¿El aniversario de la promulgación de la constitución o el efecto de la misma para el desarrollo social, con todo lo que este conlleva? A mi juicio, y tristemente, sólo podemos celebrar la promulgación, porque los efectos de la misma, no los hemos podido palpar en su totalidad.

No quiero que se me malinterprete y se piense que no abogo por la constitución; creo que esta es parte fundamental de cualquier estado democrático. Al contrario, quiero presentar las batallas que ha tenido que librar la propia constitución. Ha luchado para que podamos ver en sustancia las bondades por las cuales fue hecha; no en vano las aproximadas 240 reformas que ha tenido en el afán de poder ser más justa. A mis alumnos de derecho les comparto que la constitución nos dice el porqué de las cosas, pero no dos dice el cuándo ni el cómo. Y es ahí donde la doctrina interpretativa, palpables en las leyes secundarias, debe de darle una mano.

<José María Iglesias>, decía: <SOBRE LA CONSTITUCIÓN NADA NI NADIE>. ¡Y así tiene que ser! La pirámide kelseniana – dentro de la idea del sistema jurídico – así también lo manifiesta, y a la vez, respalda mi idea. Son las leyes secundarias, en esta jerarquización, las que deben de ser hechas de una manera congruente, lógica y racional, para lograr que lo que emane de la constitución sea, como ya lo dije, asequible y accesible para todos.

El problema no está en la constitución, está en la interpretación y como consecuencia de ello, en la aplicación. Y con eso llegó al punto central, la CPEUM si bien es cierto que fue escrita para todos, no representa a todos. No todos pueden vivir en carne propia la <justicia> de la constitución. Y no quiero decir que sea elitista, sino que el camino hacia ella, se encuentra empedrado y lleno de lagunas legales.

No necesitamos ni otra constitución, ni más reformas. Lo que necesitamos es una línea de interpretación argumentativamente correcta, dentro de los principios generales del derecho.

Aun así, quedémonos convencidos de que una de las primicias fundamentales de nuestra constitución son los derechos sociales… el detalle está en cómo disfrutar esos derechos. Y a pesar de esos detalles, nuestra constitución es buena, y sigue siendo la mejor herramienta para alcanzar la libertad, la justicia y la democracia.

 

 

 

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Redaccion Indicio Michoacán

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